

Las preocupaciones, el desaliento, las carencias, lo hicieron mirar el cielo buscando una señal, un designio...
Las esperanzas se habían escabullido en el fracaso cotidiano. Quería creer en las cosas buenas, pero todo a su alrededor se tornaba oscuro y confuso. Excepto... esa nube rosa atravesada por los rayos del sol... uniformes... y perfectos... y como sucede en estos caso... se preguntó qué estaba sucediendo?
Entonces, repasó la realidad: cansancio, soledad, presión contaste, desencuentros...
En medio de sus pensamientos y mientras miraba el atardecer, esperando ESA respuesta, escuchó una voz! El sonido de la infancia... y la inocencia cuando estaba tan cerca de Dios que sentía su presencia, escuchó su propia voz a los 6 años rezando junto a la cama antes de dormir. Siguiendo un impulso, se arrodilló frente a ese ocaso y sintió que el día se terminaba, pero que al pasar la noche, el sol estaría en el oriente incitándolo nuevamente a la vida. Y fue entonces cuando fue como un niño y se deslumbró ante la maravilla de la creación... que comprendió que lo que buscaba, estaba ante sus ojos... Ella pintaba desde algún otro lado ese atardecer, siempre recordándolo, siempre manifestándose en ese atardecer rosado. Rosa como el amor, el más sublime e incondicional. Rosa como la sangre de Jesús mezclándose con el agua de su costado izquierdo. Todo este mensaje salía del cielo. Y era un paisaje que se repetía el día siguiente... y el siguiente... y el siguiente también. Siempre estaría allí como una promesa.



















