
Heme aquí frente a ti, querida hoja en blanco.
Hoja virtual, hoja paralela a mi ventana de facebook, a esta cancioncita en grooveshark, a la dirección que busco en google maps para asistir mañana a mis clases matutinas de danza.
Qué buena nueva forma de vivir, no? La modernidad de la comodidad! El acostumbramiento a la mágica vida light.
Navegando por internet estaba, pensando en mis vacaciones, soñando con los lugares más perfectos, cálidos, divertidos y alejados de la rutina… cuando una titilación azul y un número en creciente aumento de notificaciones, en rojo me informaba, me exasperaba, me gritaba desde el costado inferior derecho. Tuve que ir a ver.
Gastar.
La palabra “Gastar” fue lo primero que ví entre las miles de palabras que estaban escritas. Y no pude leer nada más… me quedé congelada. Era una queja. Un reclamo. Alguien había mal-gastado, al parecer, y estaba pidiendo su reembolso. Seguía con algo así como “Con lo que gasto en mensajes podrías responder”.
Y no quise leer más porque iba a arruinar la poca imagen que quedara de ese remitente.
Gastar.
Me dije, bueno, si el drama es el gasto, entonces… que me acerque la factura de su teléfono, por ejemplo, para poder pagarla a fin de mes. También podría ser, la de la luz q usa cuando se queda pensando en mi por las noches, la nafta del auto de los paseos, una pequeña amortización de la compu que se le gasta cuando chatea conmigo, un porcentaje de internet que coincida con las horas que pasa viendo mis fotos o que sea proporcional a los “me gusta” efectuados en un día.
Esa necesidad de sentir que gastamos cuando no obtenemos nada de algo. Esa estafa que se percibe cuando uno hace las cosas por algo, para obtener algo… esa debilidad del ser humano… SER, humano.
El cliente siempre tiene la razón, pero aun así Contraataco!
Lo que se puede llegar a gastar es la esencia, la pasión por ser sorprendente, el regocijo del dar sin esperar nada más a cambio que la felicidad del ser querido. Quizás habría que empezar a gastar en aprender valores y no técnicas de obtención. ¡No me gastes! Pensar en esto me gasta… como el agua gasta las yemas de los dedos y las pone como manos de viejitos!
Me pregunto si, a mucho menor escala, y disculpándome por la comparación, La Madre Teresa de Calcuta alguna vez habrá usado el término “Gastar”?
He tomado su reclamo. Y siento que, hay dos posiblidades: Usted está esperando más de lo que yo quiero dar o está dando solo para recibir.
Resultado: GASTO total y absolutamente en vano.








